Visión Ciudad, en un mundo virtual: enero 2007

Visión Ciudad, en un mundo virtual

Visión Ciudad es un blog que relata historias de ciudad. Describe, confiesa y cuenta lo que ocurre en una sociedad que comunica constantemente. Es una página visionaria que se construye con hechos cotidianos, de contingencia y otros que abarcan la espiritualidad de situaciones en sociedad.

miércoles, enero 24, 2007

Los periodistas también lloran

Los periodistas también lloran


Tras las noticias que se ven a diario a través de los medios de comunicación, son contadas las ocasiones en las que aprecia lo difícil que es conseguir una nota, y las innumerables dificultades que tanto gráficos, camarógrafos y reporteros tienen que pasar. Esta es la historia de tres periodistas que, siendo aún estudiantes inexpertas, se enfrentaron cara a cara con el difícil mundo de entregar información.

En la foto: Protestas Estudiantiles – Disturbios en la Alameda. Todos corren salvando sus vidas. ¿Son ellos o nosotros?, ¡a correr!.
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“!Corran!, que viene el zorrillo”, y entre todo ese alboroto se escuchaba un silbido, que más bien se parecía al de los ovejeros cuando llaman a sus perros. Era la primera vez que lo oíamos, y no entendíamos porqué lo hacían. “Si no cachábamos una”, dijo Fallón López, una vez que todo había terminado. Así lo afirman sus dos amigas, Ámbar Lillo y la periodista que escribe.

Como “La marcha de los pingüinos” fue bautizada la gran paralización estudiantil del 3 de mayo del 2006. Para la ocasión, nos preparamos con zapatillas y fuimos lo más sport que pudimos. Aunque no sabíamos a qué nos enfrentaríamos, nos dimos cuenta que sería un día difícil. Pensábamos que esa jornada marcaría al país, pero nunca imaginamos que para nosotras sería más que eso.

Llegó el zorrillo. El gas pimienta era insoportable. Finalmente nunca corrimos cuando escuchamos el silbido, porque nunca supimos a qué se debía, y sólo lo hicimos una vez que vimos que la masa de gente se nos venía encima, mientras apresuradas guardábamos todo en la mochila. Nos perdimos. Por mi parte, me refugié en el Banco Santander del sector, pero tuve que salir, ya que todos querían entrar. Comenzaron las convulsiones, pero en esos momentos no me di cuenta que las tenía. No veía nada. Alguien del tumulto, a quien nunca vi para agradecerle, me tomó del brazo y me refugio en el paseo New York.

“¿Dónde está el resto del equipo?”, me pregunté. Si no fuera por la tecnología, quizás aun estaríamos perdidas. Bastó una llamada por celular para encontrarnos en la pileta del paseo New York. Lugar de refugio para muchos, puesto que las fuerzas especiales no pueden entrar con sus carros, por estar protegido por inmensas rejas, las cuales desaparecieron ese mismo día, al ser utilizadas como barricadas.

El gas nos tenía mareadas y decidimos partir. Ya teníamos las fotos y las declaraciones suficientes para entregar los trabajos de la universidad, además de aprovechar un pitutito que nos ofrecían en la revista El Periodista, en la cual, por cubrir las protestas estudiantiles, nos pagarían algún dinero.

“Saquemos la última foto”, y Ámbar saca “la cámara amiga”, una Nikon 7.1 mega pixeles, regalo de su tía gringa en su último cumpleaños. En eso, salta encima de la cámara un tipo alto, buzo azul, flaquísimo. Ella es arrastrada tres metros. Luego de un intenso forcejeo, cae tendida al suelo. La lucha terminó por cortar el cordón que la tenía sujeta a la cámara. No podíamos creerlo.

Corrí tras el sujeto, gritando que lo detuviesen. Todos quienes transitaban en ese momento por calle Moneda se alarmaron. A lo lejos, veo que alguien lo alcanza y lo golpea. Sin embargo, el lanza se zafó y, rápido como atleta olímpico, desapareció entre los estudiantes que se enfrentaban en la Alameda. El sujeto que golpeó al delincuente me mira con cara afligida. Todo fue en vano, perdimos la cámara y nuestro trabajo.

Luego de buscar un largo rato, por si veía al lanza, sonó el celular. Era Ámbar. “Estamos frente a La Moneda”, me dice, su voz tiritaba. Al juntarnos, vi que estaban atónitas y en shock.

Nos despedimos en el metro. Y, aunque perdimos todo el material, lo que no nos robaron fue la experiencia, la dignidad y las ganas de seguir adelante, como las periodistas que queremos ser. VC

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sábado, enero 20, 2007

Antología Social: Perdónenme por vivir

Este es un artículo que escribí a principios de septiembre del 2006, un poco molesta por quienes no ven quien está a su lado, molesta por aquellos que viven envueltos en una burbuja.

En la fotografía: Mi abuelito... F. Andrade.
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Antología Social

“Perdónenme por vivir”

Los días fríos están desapareciendo y se abren camino los brotes de las flores en los árboles. El cielo se ha despejado de días de lluvia y los volantines comienzan a pintar el cielo multicolor. “Pasamos agosto”, dirán algunos abuelitos, pasó el invierno y estamos vivos, dirán otros, mirando el cielo por quienes ya no están.

Hoy, estamos insertos en u
na sociedad que se mueve a un ritmo frenético. Todos corren, aunque no estén apurados y la mayor parte del tiempo pensamos sólo en nosotros mismos sin preocuparnos por quien esté al lado. Esta es la realidad que deben vivir muchas veces a los ancianos, quienes a menudo son pasados a llevar por esta sociedad de la ciencia y tecnología. Por ello, para mí no es extraño cuando escucho en la calle a algún joven diciendo “puta, el viejo lento que no me deja pasar”. Inclusive, es raro que en el metro o en las micros les cedan el asiento como corresponde, y muchas veces otros les tienen que avisar a estos cómodos pasajeros que hay un abuelito en la micro o en el vagón.

En nuestro país a la vejez se le considera como un estorbo, esto producto de la errónea imagen que se ha generado respecto a la llegada de esta etapa de la vida. Sin embargo, todos olvidamos que la edad es parte de la identidad que tiene cada uno, el no aceptarla, es no reconocerse a sí mismo y a las experiencias adquiridas durante toda una vida. A la larga, negar el paso del tiempo disminuirá el autoestima, es por eso que para quienes están pronto a esta etapa, tienen que amarse y querer a los demás adultos mayores, hay que reconocer la belleza de este período de la vida, y hacer de la esperanza uno de los factores más importantes para generar una vejez llena de significado.

Hay quienes se disculpan por envejecer, cosa que no debería ser. El pedir perdón por vivir no es justo, nadie tiene derecho a renegar de la existencia de quienes con sabiduría han sido parte de la historia de un país.

El psicoanalista Eric Erikson señaló que en esta etapa de la vida la meta a alcanzar es la “Sabiduría”, puesto que es en ésta parte de nuestra vida donde se comprende y se cuestiona todo lo que hemos sido, las cosas buenas y malas que se han hecho y lo que aún se puede cambiar.

Un ejemplo de gratificación a los ancianos en el mundo, es el que reciben en Japón, puesto que se les trata con respeto y honra, tanto así, que en el año 1966 establecieron dentro de su calendario el 15 de septiembre como el “Día de respeto a la longevidad”.

El creer que llegar a viejos es el fin de la vida, donde ya no hay vuelta atrás, en donde hay que “dejarse estar” hasta morir, es un error que la sociedad ha cultivado negativamente en la mente de muchos. El hacer insignificante la vida de un abuelito no es si más que matar su vejez; es como morir en vida, o morir antes de morir. ¿Por qué no podemos reconocerlos como son?, quizás, el comenzar a pensar en una vejez mejor, cambiará las miradas hacia otra forma de ver la vejez, es como dice Erikson, lograr la “integración frente a la desesperación“.
VC
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viernes, enero 12, 2007

Papeleo: No más... ¡por favooor!.

Chile, un país de burocracia. Qué terrible es poder hacer un trámite en este país. Para todo hay que hacer eternas filas y es peor aún cuando a uno le toca su turno y te dicen “es que le falta un papel” y viene la típica e irónica sonrisa de la secretaria y uno devuelve esa sonrisa, fingiendo tu dolor de pies. Pero bueno, hay que ir a buscarlo y no queda más que resignarse y ...hacer la fila otra vez.

Esto es para todo, en bancos, para matricular a los niños en el colegio, sacar permiso de conducir y peor aún si se quiere pedir el crédito universitario, si hasta te piden el carnet de vacunas del perro. Quizás que pedirán más adelante. Y bueno, es así en todo papeleo, y uno que los ve tan simples, pero desgraciadamente se hacen penosos y dan ganas hasta de llorar.

Entonces, para qué existen esas bases de datos que tienen hasta el número de compras que uno ha hecho durante el año. Si tienen registrado hasta lo que hiciste el verano pasado. Lo tienen todo.. pero aún así existe el infernal papeleo que, al parecer, nunca acabará en esta sociedad. Peor aún, que pena si hay veces que nadie los lee.
VC